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La “Red de Bibliotecas Populares del Gran Valparaíso” surge durante el 2013, gracias al esfuerzo de pobladores, estudiantes y personas ligadas al campo bibliotecario de Valparaíso. Actualmente, la “Red de Bibliotecas Populares del Gran Valparaíso” agrupa a un total de siete bibliotecas populares emplazadas en la conurbación del “Gran Valparaíso”, las cuales buscan día a día brindar acceso al libro y la cultura a sus usuarios.

SOBRE EL NUEVO RETIRO DEL 10%: NUEVO TRIUNFO DEL SISTEMA NEOLIBERAL

por Ghislaine Barría González

Lxs senadores y diputados se abrazan luego de votar el segundo retiro al 10%, a pesar de haberle dado la espalda a lxs trabajadrxs- profesionales de este país, sin importarles que éstos deban pagar un impuesto que se establece, sin más análisis que una simple cifra: percibir una renta mayor a 1.500.000, sin considerar que quizás tengan 2 o 3 hijxs que van a la universidad y no tienen posibilidades de crédito, porque «son muy pudientes», aranceles que por lo bajo cuestan 400.000 mensuales a cada unx, que quizás paguen un crédito hipotecario, y que quizás solo quizás hace unos años han terminado de pagar su propio crédito universitario o Cae… O tal vez son personas que ya llevan trabajando 30 o 40 años y la mitad de sueldo se vaya en medicamentos y están pensando que terminarán con suerte con una jubilación de $250.000 .Claro, y es que aquí no se trata de un Orpis, Isasi, Larraín o Ponce Lerou, que pueden defraudar al fisco, robar, mentir y luego viene un perdonazo, tampoco se trata de Piñera y su familia especulando en la bolsa con el dinero de todxs lxs chilenxs y que lejos de ir a la cárcel, solo terminará siendo un problema de ética. Aquí se trata de un 9% de la población que labora honradamente cada día y, por lo tanto, no aplica para este sistema liberal ninguna consideración, ya que para este grupo la consigna será trabajar y trabajar hasta los 80 años o hasta morir, aunque incluso para aquello hay que contar con dinero..

IGUALDAD EN LA NUEVA CONSTITUCIÓN

Soledad Fernández

No importa a qué pensamiento político adscribamos ni cuál sea nuestra opinión sobre el actual proceso constituyente: desde los últimos siglos, a todo Estado soberano lo rige una Constitución que sienta las bases políticas e institucionales de su población en un determinado territorio. Una carta fundamental para todo Estado de derecho que sustente una democracia participativa requiere que pensemos en un contenido mínimo que garantice derechos y organice una sociedad. El objetivo de la convención constitucional será fijar consensuadamente dicho contenido.  

Más allá de las cientos de normas que puede tener una Constitución: todo su contenido puede ser reducido a un listado de principios que gobiernan toda democracia. No hay dudas sobre la incorporación de tales principios a la Constitución: a casi todes nos parece justa una sociedad que se base en los principios de igualdad, libertad, solidaridad o legalidad de los actos del Estado. No obstante, se avecinan serias discusiones sobre el contenido y jerarquía de dichos principios, conflictos que serán resueltos -probablemente- con diálogo, lobby, presiones mediáticas, marchas, redes sociales…

Así, la igualdad es un principio controvertido, cuya interpretación y aplicación puede justificar desde la gratuidad universitaria hasta la reducción de impuestos como el IVA en artículos de primera necesidad. Muchas disputas en torno al principio de igualdad son resueltas con respuestas tan disímiles que pareciera ser un principio versátil, manipulable, que se estira como un chicle dependiendo de su intérprete. Ante esto, hay una respuesta un poco más certera: depende de qué igualdad estamos hablando. 

Primero, si tuviera que definir la igualdad ocuparía solo dos palabras: estándar normativo. Parece una mezcla muy compleja y abstracta pero es el punto de partida para conceptualizar cualquier principio: i) que sea un estándar significa que no es propiamente una norma que podamos escribir, sino que es un margen de significados distintos que guían nuestra conducta. Eso no nos dice nada por ahora, pero luego ii) que sea normativo se antepone a un criterio descriptivo o, mejor dicho, no es que todas las personas del mundo seamos iguales, sino que, por consideraciones valorativas, creemos que debemos ser tratadas como iguales. Entonces, ¿siempre deberíamos recibir el mismo trato todas las personas? ¿Debemos tratar igual a hombres y mujeres? ¿Niños, adultos y ancianos? ¿Enfermos y sanos? ¿Heterosexuales, homosexuales u otres? ¿Ricos y pobres? Todo depende. 

El principio de igualdad tiene dos dimensiones. Solemos hablar solo de una arista: aquella que indica que debemos ser tratados como iguales porque, al parecer, siempre la discriminación nos resultará repudiable. Muchas demandas históricas se justifican en esta dimensión de la igualdad: la abolición de la esclavitud, el sufragio femenino, la igualdad de remuneraciones, el reconocimiento de los derechos indígenas, el matrimonio igualitario, la educación gratuita, el acceso universal a la salud, etcétera. Para todas las situaciones mencionadas no hay ningún criterio que avale diferenciar entre libres y esclavos, hombres y mujeres, nacionales dominantes y pueblos indígenas, heterosexuales y homosexuales, ricos y pobres. Cualquier distinción entre estos grupos para efectos de estas demandas, constituye una discriminación arbitraria. De esta manera, la igualdad por equiparación nos iguala en categorías que compartimos todas las personas: especialmente la dignidad, ese valor intrínseco que tenemos todas las personas por el solo hecho de serlo. 

Pero, ¿siempre es justo que nos equiparemos? ¿Siempre debemos tener el mismo tratamiento? Pongámonos en situaciones distintas ahora, por ejemplo, ¿es justo que hombres y mujeres participen en “igualdad de condiciones” en una elección a puestos de representación popular? ¿es justo que ricos y pobres paguen el mismo 19% de IVA en su compra semanal de supermercado? ¿o que los pueblos indígenas deban ser considerados dentro de la nación dominante? ¿Qué estudiantes y trabajadores paguen lo mismo en el transporte público? ¿Qué adolescentes y adultos cumplan la misma pena de cárcel?

Ya podemos intuir que, para todos estos casos, la respuesta tajante es que debe haber algo, algún criterio, que distinga cómo debemos ser tratados dependiendo de qué tan relevante se hace ese criterio para establecer un tratamiento diferenciado. La segunda y poco conocida dimensión del principio de igualdad es la igualdad por diferenciación: solo reconociendo nuestras diferencias como criterios relevantes para tratarnos distintamente, estaremos siendo respetuosos del principio de igualdad en sus dos expresiones. Así, en ocasiones, el género, la orientación sexual, la pertenencia a un pueblo originario o minoría nacional, nuestra edad o patrimonio, serán condiciones muy relevantes para establecer tratamientos diferenciados. 

Para ejemplificar, utilizaré el género como un criterio, a veces relevante, otras veces indiferente para distintas situaciones: cuando hablamos del sufragio femenino o la igualdad de remuneraciones, el género no es un criterio que justifique tal diferencia, por tanto, que las mujeres no pudieran votar hace 70 años o que hoy las mujeres ganen un 30% menos que los hombres, son dos casos claros de históricas discriminaciones arbitrarias. Pero si hablamos de participación electoral o de programas de terapia de agresiones sexuales, el género se torna un criterio crucial para definir políticas públicas: solo con cuotas de género o preferencias a mujeres víctimas de agresiones sexuales estamos cumpliendo el estándar normativo que nos exige diferenciar.

La consideración de género es importante cuando entendemos que las mujeres que participan en igualdad de condiciones con los hombres en votaciones, no son mayoritariamente electas porque el género condiciona el voto de los electores, -entre muchos motivos, se puede explicar  porque históricamente el liderazgo, la fortaleza y seguridad son valores asociados a lo masculino-, por lo que las cuotas de género vienen a compensar una discriminación estructural del patriarcado que el mérito nunca ha podido subsanar. De la misma forma, la consideración de género es importante cuando nos damos cuenta de que el 82% de las víctimas de agresiones sexuales son mujeres, también fruto de una cultura patriarcal de la violación, por lo que programas de reparación y tratamiento de dichas agresiones deben estar dirigidas principalmente para y por mujeres. 

La clave del actual proceso constituyente será preguntarnos: ¿Cuándo igualar significa equiparar y cuándo diferenciar? Dependerá del criterio y el contexto. Un mismo criterio puede resultar ser relevante para algunos casos, o indiferente para otros. Reconocernos como personas iguales con los mismos derechos también implica reconocer nuestras diferencias que nos permiten tener nuestros propios proyectos de vida: ser divergentes en nuestras visiones del mundo y formas de existencia. La igualdad solo se logra alcanzar si también somos diferentes.  

POEMAS MALDITOS


Los dioses del Olimpo…
descienden con pancartas iconoclastas
a incendiar bancos y trasnacionales
Rosa Emilia AlcayagaToro

Los poetas malditos
son omniscientes deidades ridículas
con diminutas traga-noches en sus cerebros
que habitan en pequeñas cárceles semi-oscuras
de cuatro metros cuadrados.

Escriben irrefutables manifiestos
en paredes de luz oscura
provistas por mujeres denti-áureas
que los domingos se visten de luz
para botear en parques de pueblo

Val, dios con ojos de mar
redacta nuevas tablas moisesiánicas contra
el neo clasismo y sus petulantes almenas bursátiles

Rodo, Gom y Rey son deidades míticas que
cada noche incendian decrépitas metáforas
para inmolarse en nombre
de los enfermos de leptoparasitosis económica
en la olvidada América septentrioaustral

Algunas mañanas de sol, Ram,
moruno semidiós de barba oblicua
manifiesta su enfado a voz en cuello
apretujando sus banderas rojinegras
para iniciar huelgas pírricas de luna y sangre
en contra de voraces empresarios
que habitan en mansiones neo-ultrafacistas.

Los ilusos poetas malditos,
mutilados semidioses terrestres
con transparentes máscaras hechas
de paliacates negros
activan inútiles consignas de justicia social
Se rasgan la piel
y con la sangre que gotea de sus dedos
escriben en las viejas paredes
grotescas pintas en contra de la desaparición forzada
la trata y la violencia de género
mientras tiñosos niños
con hambre y sed
bailan apocalípticos aquelarres dantescos.

El semidiós fallido Al, y sus quince prostitutas
escupen fétidas viscosidades y
vomitan verdes vísceras
en los gruesos pórticos electrónicos
de las mansiones caciquiles pro eclesiásticas.

Cerca del anochecer,
cientos de mujeres rojas sin piel y
alas en vez de brazos
desfilan carisangrientadas
entonando cánticos sin miedo

Miles indignados en albas túnicas
acompañan a los dioses-poetas que
de regreso al encierro
van sembrando variopintos tropos
en las comisuras imperceptibles de las casas

Emi, Diosa andina de capa negra,
marcha a la vanguardia, con
su cuello erguido y
sus grandes anteojos
enarbolando la bandera rota de la protesta

Finalmente
Crisilruhpa
poeta poli dios gregoriano de cuatro cabezas
cuida celosamente la retaguardia
disparando al aire
retruécanos hiperbólicos de cuarenta palabras
para confundir y perder a la caballería antimotines
que los persigue de cerca. 

(Flavio Ramón México)

TIEMPO DE CAFETEO

Sandra Pizarro – Periodista

Crónica de Facebook

Ayer fui a hacer una compra al centro y, obviamente, pasé a cafetear. Agarré justo una mesa que se desocupó y me instalé. Al rato llegó un veterano más que yo (no sé si seremos veteranos de algo, en realidad) y se puso a esperar turno. Unos buenos minutos después se desocupó otra y él avanzó lentamente, como le posibilitaba su caminar. Una pareja de adultos jóvenes lo sobrepasó y caló la mesa, me dio pena. Quedó pagando (mirando pa’l norte), así que le dije que si quería se sentara en la que estaba yo. Se sentó y, claramente, se puso a conversar. 

Me contó que tiene 90 años y que trabaja por ahí cerca. Me dijo que es jubilado y sigue trabajando por las monedas pero, más que nada, por la ocupación. Me acordé de la Dalila, ocupación es vida. No voy a decir que me hizo gracia compartir mi tiempo de cafeteo, pero me predispuse y conversé alegremente con él. Le conté que mi papá tiene 91 y que es tan activo como él; me dijo que por eso se mantiene activo, porque si se echa en los laureles ahí se queda. Después de harta conversa me contó que le gusta salir a pasear por el puerto, a caminar por la costanera, ir a escuchar música, en fin, y agregó que él siempre va a cafetear ahí y que podríamos juntarnos a conversar más seguido y también podríamos ir juntos a pasear, ser amigos. 

No me estaba cortejando sino invitando a ser amigos. Puchas, pensé yo, a quien le dice, a la más jabonosa (como dice la Carlita, no por mí, pero ella usa ese término). Pude haberle dicho que la donna e mobile, que yo soy como el náufrago en la escena final donde se orienta con el viento, que la veleta es mi rumbo, que cuando llamo a mis amigos para avisarles que me estoy tomando un sour por si quieren ir y me dicen «por qué no avisaste antes» es porque antes no sabía que iba a estar ahí. Que mi biotipo ayurvédico es Vata y soy una avecilla que salta de rama en rama. Pero era demasiada información, así que solamente me levanté y le dije que cualquier día, en algún recodo del camino nos encontrábamos. 

Pensé que a los 90 deben quedar pocos amigos, me acordé de aquella poeta amiga de la Rosita Alcayaga, que tenía muchos años de caminata y leyó en un cerro de Valparaíso aquel poema que se llamaba algo así como sobreviviente. Decía en sus líneas que se sentía sobreviviente, porque ya nadie quedaba de su época de niña ni de joven, que sus amigos ya no estaban, que las ciudades donde creció ya no eran. 

Parafraseando a Bécquer pensé «Dios mío, que solos se quedan los viejos». Digo los viejos, porque a las viejas les (nos) pasa menos yo creo. Después de escuchar a la amiga de la Rosita, le pregunté a mi abuela María, que ya pasaba los 90, si se sentía así y me dijo que no. A ella le gustaba vivir y «ver los adelantos», como solía decir. Murió cerca de los 95 y con la gran esperanza de volver a levantarse para seguir viviendo, pero viviendo de verdad. Creo que ellos se apagan más y me da pena, me da pena porque los quiero.

Tengo padre, tuve un abuelo padrísimo, tengo un hijo, un hermano, tíos, suegro, cuñado, sobrinos y tengo, por sobre todo, la convicción de que a todos nos toca ser de todo, como he aprendido en los estudios energéticos, metafísicos, ancestrales. No digo porque me lo hayan dicho, sino porque me ha hecho sentido, que la única forma de ponerse en los zapatos de otro es caminar en sus zapatos. 

Me hace sentido cuando las maestras y maestros dicen hoy eres mujer, pero antes o después has o habrás pasado por todas las otras posibilidades. Me vine pensando en todo eso mientras caminaba por Segunda, Tercera, Novena, Décima y todas esas calles exquisitas que hay entre mi hogar y el centro. Bueee, después pensé que debí haberle dicho que feliz me volvía a tomar un café con él cualquier día, pero que las caminatas me gustan conmigo, porque esos soliloquios son impagables, cuando me asomo a mi propia torre para analizar este mundo tan singular, donde el vivir solo es soñar, al decir de Segismundo. A propósito, estudiando Un curso de milagros concluyo que Calderón le apuntó medio a medio, y mientras este es el sueño, el otro es el despertar.

Bien, iniciemos la jornada de la tarde, con un rico café del Punto Copec.