—Hola, me llamo *******.
—Bienvenida *******, si quieres y te sientes cómoda puedes contarnos tu historia…
Una larga respiración y una mirada afligida, rota, recorre la pequeña habitación. Los cálidos rayos de sol que entran por la ventana caen sobre las espaldas reunidas en el centro, formando un círculo que parece contener la vida de cada mujer presente.
Su boca amoratada se abre, causando un escozor en su labio partido, saca la lengua para lamer las gotas de sangre que fluyen con el ligero movimiento.
—Siempre fue muy bueno… —comienza a contar, bajando la mirada hacia sus manos apretadas entre los muslos, con los ojos fijos en la tela del pantalón, como si este fuera a desaparecer en cualquier momento y revelar las manchas rojas, verdes y moradas sobre su piel.
»Me cuidaba, nunca me permitió hacer algo de trabajo pesado. Salíamos y regresábamos temprano, me dejaba en la puerta de la casa sana y salva. Todo era muy lindo, tan tierno…
»Pero cuando nos fuimos a vivir juntos, empezó a cambiar. Primero los gritos, luego me encerraba en el cuarto sin comida. En algún momento me amenazó con pegarme, pero nunca pensé que lo haría de verdad.
Las mujeres alrededor asienten, algunas aprietan sus puños y otras se abrazan el cuerpo, la mayoría acerca pañuelos de papel a sus ojos.
—La primera vez que me levantó la mano me pidió perdón y prometió que nunca más lo haría. Debí irme en ese momento. Soy tan tonta. Cada vez que lo hacía enojar me pegaba, me pedía perdón y luego olvidamos todo.
»Cuando se acostumbró, ya no se contenía. Me lanzaba cosas, rompía mi ropa para que no saliera… Eliminó el teléfono de la casa y perdí el contacto con mi familia.
Se detiene y las lágrimas recorren su rostro, los hombros le tiemblan mientras contiene los sollozos.
Un reloj en la pared atrae los ojos de la mujer vestida de negro, que sonríe al mirar a sus acompañantes.
—Terminemos aquí por hoy. Recuerden que la próxima fecha es el aniversario de muerte de ********, no lleguen tarde. —Cerrando la carpeta en su mano, la mujer vestida de negro sopla sobre la vela a su lado.
Los contornos de las mujeres que la acompañan se vuelven difusos, y pronto desaparecen dejando atrás algunas lágrimas y llantos.
Esta historia es ficticia pero la violencia contra la mujer NO.
Autor: eLena
Un poco de historia…
Cada año el 25 de Noviembre desde 1981, se conmemora el día Internacional de la eliminación contra la violencia de la mujer. A fin de concientizar y denunciar la violencia que se ejerce sobre las mujeres en todo el mundo y reclamar políticas en todos los países para su erradicación.
Las Hermanas Mirabal, Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, eran 3 activistas políticas de República Dominicana.
Ellas fueron perseguidas en varias ocasiones debido a su activismo relacionado al grupo revolucionario “14 de Junio” que se oponía al régimen del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Pero el 25 de noviembre de 1960 fueron secuestradas y apaleadas por agentes del Servicio de Inteligencia Militar dominicano, siguiendo órdenes de Trujillo. Sus cadáveres se encontraron en el interior de un vehículo que había sido despeñado por un precipicio simulando un accidente.
El asesinato de las hermanas Mirabal desató la furia de la gente de República Dominicana y del mundo entero, convirtiéndose en un símbolo latinoamericano de la lucha contra la violencia de género.
Durante el primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe de 1981 se propuso reconocer el 25 de noviembre como el día contra la violencia hacia las mujeres. A partir de entonces se organizaron movilizaciones en Latinoamérica en la fecha señalada, que se extendieron a otros países del mundo.
En 1993, la Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, definiendo el concepto de violencia contra la mujer y reiterando el derecho de las mujeres a la igualdad, la seguridad y la dignidad. Finalmente, en el año 2000, la ONU declaró oficialmente el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.