RELATO 1: Wally Saéz, 24 años, estudiante de Diseño de Ambientes. Quilpué, Chile. 14 de octubre de 2019.
El 14 de octubre inicié mi práctica laboral en una tienda de retail, la cual constaba de dos meses de trabajo. El viernes 18 de octubre sucedió lo que vendría siendo el inicio del estallido social, marcando un hito en Chile.
El lunes 21 de octubre a lo que se le llamaba normalidad desapareció, desde mi punto de vista, siendo algo bueno, ya que había un descontento social de hace muchos años y las injusticias en el país son demasiadas.
Simplemente se generaría un “atraso” en lo que vendría siendo mi práctica, no me sentía molesta, me dejé llevar ya que estaba de acuerdo con lo que estaba sucediendo.
Con el pasar de los días la incertidumbre se hacía presente en aquellos que apoyaban y los que no, ¿Qué sucedería con trabajos y estudios? En mi caso, la preocupación de mi práctica y término de carrera universitaria, ya que me encontraba en portafolio, día a día el estrés colectivo que generaba la televisión y el encierro hacía mella en mi, crisis de pánico, ansiedad, generando sentimientos encontrados en mí, ya que por un lado estaba de acuerdo con todo pero a la vez quería esa falsa normalidad en la que vivíamos.
RELATO 2: Vicente Morales, 38 años. Subgerente Tecnología en TOCTOC.com. Providencia, Santiago, Chile. 18 octubre de 2019.
Aquel viernes, 18 de octubre, estaba trabajando como cualquier día en la oficina, la cual queda a media cuadra del metro Pedro de Valdivia, en Providencia. A medida que se acercaba el mediodía, todos los colegas que salían a almorzar regresaban diciendo “¡Está la cagá en el metro!”
Ya cerca de las 15 horas, la oficina prácticamente dejó de trabajar, ya que todos estaban preocupados de cómo regresar a sus casas, luego de saber que el metro comenzó a cerrar estaciones y que muchos locales comerciales estaban cerrando producto de ventanales quebrados.
Normalmente salimos a las 19:00 horas, pero aquel día dieron libertad para retirarse antes, así que cerca de las 18:00 horas salí en dirección a mi casa, en Quilpué.
No había metro, las micros y taxis repletos, asi que caminé por la Alameda cerca de 3 horas hasta el terminal Pajaritos.
Me tocó esquivar piedras, lacrimógenas y chorros de agua del guanaco, pero logré llegar a mi hogar en Quilpué, en donde me sentí más tranquilo por mi familia, pero con alegría de este despertar de la gente.
Respecto de cómo me sentí ese día, creo que se resume en lo que sentí al pasar por Plaza Italia: “ya fue suficiente, necesitamos DIGNIDAD”.
RELATO 7: Fernando Herrera. 20 años. Estudiante universitario. Quilpué, Chile. 11 de noviembre de 2019.
Estaba viendo las noticias, de algo que era lejano para mi en ese momento, Santiago y el profesor en la estación de metro, me fue indiferente.
Un día, uno de mis amigos fue al centro a manifestarse, fue una de las marchas pacíficas que se dieron en Quilpué (al menos pacífica hasta ese momento). Mi universidad estaba en paro así que lo acompañé.
Partimos cerca de un semáforo, en calle los Carrera y fuimos avanzando durante la tarde, con calor. Yo iba con mi bicicleta siguiendo a la masa de gente por la vereda cuando en una esquina algunos manifestantes empezaron a romper la entrada de una farmacia. Yo quedé impactado porque todo fue muy brusco y repentino, además, la gente estaba super amontonada en la entrada y los ruidos de golpes a otras vitrinas de tiendas hacían pero todo.
Cuando pensé que la cosa no podría ponerse más turbia llegaron los milicos, recuerdo haberlos visto a unas dos cuadras. Es ahí cuando la masa de manifestantes armaron barricadas y empezaron a lanzar bombas lacrimógenas, en ese momento muchos compañeros de primera línea se encargaban de impedir el avance de los uniformados.
Lo raro era la distancia que los milicos guardaban con nosotros, siempre en un rango de dos cuadras, se sentía que nos dejaban hacer destrozos. En un momento veo bombas de humo en plena calle, y entre el humo vi como los militares hacían como cruces tacticos, uno veía la calle llena de humo y estos tipos acercándose de lado a lado, vereda a vereda para meternos miedo, y en efecto, todos salimos corriendo.
Luego de recorrer casi todo el centro y destruirlo todo, perdemos de vista a los militares, y eso ya fue luz verde para los que estaban allí.
La municipalidad de quilpué estaba quemándose, yo vi con mis propios ojos cómo metieron por una de las ventanas una bomba encendiera, y así de a poco, saqueo al super, celulares robados de Claro y celebración en la plaza municipal.
Yo ya estaba harto, sentí que era un exceso de todo.
Durante el camino a mi casa veía pasar furgones de carabineros y ambulancias, y sabía que no les quedaba mucho a los que seguramente siguen ahí en la mini, quemándolo todo.
Tuve que irme por pasajes y fue todo muy tenso.