Por Lilit Herrera / Escritora y activista política Valpo Trans No Binarix.
Durante lo que continúa siendo un contexto de movilizaciones feministas, han vuelto a instalarse diversas discusiones concernientes al género, a la identidad, a las sexualidades, y acá: debates en torno a la diversidad y disidencia sexual no se han hecho esperar. Y desde mi propia experiencia tanto individual como colectiva en diversos espacios, en donde se han planteado estos tópicos, quisiera aportar las siguientes consideraciones:
En principio, encontrar definiciones/aproximaciones de lo que implican diversidad y disidencia sexual, se vuelve un paso necesario. A este respecto, me hace mucho sentido lo planteado por el investigador mexicano Héctor Salinas, quien sostiene que la diversidad sexual incluye a todas las orientaciones sexuales; es decir: hace suya a la heterosexualidad. Mientras que la disidencia sexual, de acuerdo al mismo autor, es un término trabajado por científicos sociales que se remite a identidades, prácticas culturales y movimientos políticos no alineadoras con la norma impuesta de la heterosexualidad.
Salinas explica que la heterosexualidad es una norma impuesta y en este sentido, es necesario expresar que mediante su aplicación se mantiene el régimen hegemónico, el cual es heteropatriarcal y capitalista; incluso, por qué no, heterocapitalista. La heterosexualidad, no solo como práctica sexo-afectiva, sino que como un régimen, el cual envuelve y nos programa a todes para actuar en función de un sistema que en sí y para sí, es propiedad privada. La heterosexualidad, como régimen: es propiedad privada, sustentada en el amor romántico, y en los tiempos que corren, en las relaciones “libres” sin ninguna responsabilidad afectiva. ¿Y qué ocurre con la homosexualidad? Pues es una categoría para referirse a cuerpos anormales y no reproductivos, pero con el tiempo terminó siendo incorporada al régimen heterosexual mediante la figura del “gay”.
Entonces, si a diferencia de la diversidad sexual, la disidencia sexual no incorpora a la heterosexualidad, no debería conciliar ni con el capitalismo ni con el patriarcado, o, heterocapitalismo y heteropatriarcado (algunas compañeras feministas han venido trabajando el concepto de capitalismo heteropatriarcal). Esto supondría, entonces, entender a la disidencia sexual como como una radicalidad. No bastaría cuestionar las prácticas sexuales, sino que nuestra existencia completa. Sin embargo, es un término que parece haberse encapsulado en la performance sobre una cama, lo que no es menos político, pero tal vez, no es suficiente, al menos no, para poner en tensión a un régimen voraz y asesino.
Con esta distinción, me resulta necesario advertir sobre una situación preocupante a mi parecer y el de otras compañeras: una peligrosa dicotomía que entra en la lógica del binarismo; es decir: dividir nuestra realidad entre lo bueno o lo malo, lo normal o lo anormal. En este punto declaro: abortemos a Platón y Aristóteles, porque el dualismo del primero y los pares de opuestos del segundo; pues no dan cuenta de una realidad mucho más compleja. En este sentido, interesante sería percibir nuestra realidad como un rizoma (término trabajado por Deleuze y Guattari) como una red de raíces, un conjunto de elementos que no actúan en forma jerárquica y que pueden afectarse entre sí.
Desde mi perspectiva, si logramos entender nuestro mundo desde una visión no binaria, se vuelve más simple el establecer diálogos situados. Osea, esto supone evidenciar que diversidad y disidencia sexual no son términos universales, sino más bien, habría que pensar en una construcción desde lo que el feminismo comunitario identifica como “sujeto colectivo” o, en términos más concretos: la comunidad. De lo contrario, se actuaría desde una lógica colonialista, y como sabemos: los efectos en nuestros cuerpos han sido brutales.
Por eso entonces, la dicotomía diversidad/disidencia es peligrosa, pero también, falsa, puesto que fijaría posiciones y establecería debates a priori y a destiempo: quizá, en ciertos espacios sirva hablar de diversidad sexual, porque recién se están despertando conciencias, porque es más comprensible al momento de establecer diálogos, etc; mientras que en otros, por su parte, urja romper con el discurso hegemónico de ésta y sea necesario plantear abiertamente “disidencia sexual”.
Así, a mi parecer al menos, serían posibles los tránsitos de corporalidades que se mueven desde una diversidad sexual en un lugar, pero que en otro se ubiquen en la disidencia sexual. ¿Es esto un doble discurso? No, es ser capaz de establecer diálogos de forma horizontal, sin caer en colonialismos que terminan formando partidos políticos destinadas a succionar la energía de quienes las componen, en vez de incentivar el pensamiento propio y las múltiples posibilidades de organizarse/articularse.
Y me parece que también es peligrosa, puesto que el binarismo implica una polarización, una negación de cualquier diálogo, transformando un ejercicio colectivo en una mera práctica individualista que, a su vez, repercute en lo colectivo: es así que no resulta extraña la emergencia de una policía disidente sexual, cuyo propósito radica en la fijación de criterios para determinar cuáles son los cuerpos disidentes sexuales y cuáles no; y por tanto, estos últimos se transforman en los enemigos a destruir sin más.
Sin embargo, hago la advertencia de que, ambos términos no me acomodan ni me identifican. El primero por su discurso proveniente desde la institucionalidad y el segundo, porque también ha sido cooptada por todo el dispositivo político llamado a veces partido político, otras: municipalidad, etc. Por tanto, me hace sentido ver otras formas más radicales de existencia, organización y articulación de todes quienes sintamos, pensemos y creamos que necesitamos fugarnos de todas estas cooptaciones. Es así que a mi mente llega el concepto de manada, trabajado por ciertas voces, entre las que destaco a compañeras de Ludittas Sexxxuales: el cual plantea destruir, desprogramar y desechar todo tipo de relaciones y afectaciones destinadas a disciplinar nuestros cuerpos y a despotenciarnos en cuanto a nuestras capacidades. De ahí la necesidad de escapar de la familia, de las relaciones en la línea del amor romántico, entre otras.
Finalmente, entonces: tratemos de ir construyendo discursos y prácticas en contextos situados y de manera comunitaria. Lo demás: aborto en la casa y con las amigas, por favor.