Por Guillermo Correa Camiroaga, 22 noviembre 2021
El resultado de las elecciones presidenciales y parlamentarias del domingo 21 de noviembre representan un rotundo desmentido y un tapabocas a las exageradas manifestaciones triunfalistas expresadas por los adherentes a la ex Nueva Mayoría, al Frente Amplio y a ese indeterminado número de integrantes de los sectores rebeldes que aceptaron participar el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución y en el itinerario electoral institucional respecto del triunfo del 80% obtenido en el Plebiscito del Acuerdo/Rechazo del 25 de octubre del 2020, donde dieron por “muerta” a la derecha tradicional chilena y acorralada en tres comunas ricas del país.
Muchos análisis políticos, en forma intencionada, sesgada y mañosa, obviaron que en ese porcentaje del 80% estaba también presente un número importante de electores de la derecha tradicional.
Más adelante, en la elección de Convencionales, Municipales y de Gobernadores, en donde la derecha política ni siquiera alcanzó a obtener el 1/3 de los representantes en la Convención Constitucional, esta euforia triunfalista se incrementó, dejando intencionadamente de lado los límites institucionales de la Convención Constituyente enmarcados en la ley que los regula y, por otra parte, obviando también que se trató de una elección con características excepcionales, con escaños reservados, paridad de género y participación de listas de independientes.
Otro hecho deliberadamente ignorado por quienes han participado en los últimos procesos electorales institucionales post rebelión de octubre, por los medios de comunicación tradicional y analistas varios, es el relacionado con los porcentajes de participación ciudadana en estos eventos, que en la “masiva y exitosa” participación electoral del Plebiscito del 25 octubre del 2020 alcanzó al 50.95% y en las elecciones de Convencionales, >Municipales y de Gobernadores a tan solo el 43.35% del electorado, dejando de lado en estos análisis la altísima abstención que alcanzó en esa oportunidad al 56.65%.
Volviendo a las elecciones de ayer domingo, cuando algunos sectores plantearon tibiamente la posibilidad de que las elecciones presidenciales y parlamentarias del 21 de noviembre se realizaran bajo condiciones similares a las acordadas para la elección de Convencionales, la mayoría de la clase política institucional, conscientes del descalabro que habría significado para ella la irrupción de sectores en listas independientes, como lo fue con la irrupción de la desaparecida Lista del Pueblo en la Convención, no estuvieron dispuestos esta vez para “dispararse en los pies” nuevamente y rechazaron tajantemente esa posibilidad. De esta forma se aseguraban que la distribución de los votos se produjera de manera similar a la que históricamente se venía produciendo en las elecciones de la post dictadura, inclinándose la balanza electoral con algunas variaciones hacia un lado u oro del espectro de los partidos políticos institucionales, en donde el Frente Amplio ha pasado a convertirse en uno más de ellos.
Para tratar de comprender los recientes resultados electorales que posicionaron una vez más con fuerza a la derecha tradicional chilena en el escenario político, demostrando con esto que “no estaba muerta, sino que andaba de parranda”, es necesario incluir en estas reflexiones políticas los factores anteriormente enunciados en esta crónica y agregarlos a la exitosa “campaña del terror” con la disputa fascismo versus comunismo impulsada enérgicamente por los partidarios de Boric y Kast que polarizó de cierta manera estas elecciones, especialmente la presidencial, y prueba de ello es que ambos candidatos fueron los ganadores para pasar a la segunda vuelta.
Esta campaña, que además apelaba a una masiva participación en esta elección definida como histórica, la participación electoral una vez más convocó a solo el 47.6% de los ciudadanos y ciudadanas habilitadas para sufragar, dato que probablemente será ignorado nuevamente en la mayoría de los análisis políticos coyunturales que se realicen, dejando así tras bambalinas la mayoritaria abstención de un 54%.
En lo que se refiere a los resultados en las elecciones parlamentarias, la bofetada propinada por la derecha política tradicional, que había sido dada por “fallecida políticamente” o reducida a su mínima expresión con el triunfo del Apruebo en el Plebiscito, adquirió la potencia de un tsunami, puesto que los parlamentarios elegidos por este sector demuestran que sigue “vivita y coleando”, y es capaz de desplegarse y participar con éxito cuando cree que están amenazados sus intereses de clase.
La hermosa excepción a la regla en esta oportunidad la constituye la elección como Senadora de Fabiola Campillai , quien contra todo pronóstico y participando en forma independiente de cualquier conglomerado político tradicional, fue electa en la región Metropolitana.
Cabe destacar asimismo el importante porcentaje obtenido por un candidato presidencial virtual como Parisi “sin moverse de su escritorio” y la lista parlamentaria que lo representa.
Como es tradición en los análisis post electorales que hacen los distintos partidos políticos institucionales, estos se darán maña para explicar lo inexplicable y, a pesar de que notoriamente hayan sido derrotados, encontrarán creativas argumentaciones para justificar esta situación.
El panorama o mapa político configurado en estas elecciones viene a confirmar que lo que realmente ha salido fortalecido y reforzado es la institucionalidad del sistema capitalista expresado en el modelo neoliberal vigente y la mayor o menor profundidad de los cambios que se puedan realizar con la escritura de la nueva Constitución Política depende ahora de estas nuevas correlaciones de fuerzas, pero lo que queda claramente de manifiesto en esta ocasión – se quiere ver o no ver y/o aceptar- es que la engañosa consigna levantada por quienes optaron de participar en el mecanismo definido por el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución de que “el neoliberalismo nació y morirá ahora en Chile” mediante este mecanismo institucional, carece de toda realidad política.
Respecto de la segunda vuela, de la elección presidencial del 19 de diciembre próximo, sin duda alguna la “campaña del terror” comunismo/fascismo funcionará aún con más fuerza transformando esta elección en algo similar al Plebiscito del S i y el NO del año 88. Además, en lo concreto, ambos candidatos, Boric y Kast, deberán flexibilizar o readecuar sus programas para llegar a nuevos acuerdos y obtener así los apoyos políticos que necesitan para ganar.
Nuevamente el llamado de parte de los partidarios de Boric será a participar masivamente en las elecciones de diciembre, calificándolas de históricas, y los cantos de sirenas orientados a captar a quienes no participan de la institucionalidad electoral se transformarán en el manoseado argumento de que al no participar en las elecciones se le hace el juego a la derecha.
Muy por el contrario, ¿no será el momento de preguntarse que precisamente participando en esta institucionalidad heredada de la dictadura a partir del triunfo del NO del 88 y con la aceptación, aplicación y profundización del modelo neoliberal estipulado en la Constitución del 80 y sus posteriores reformas si se le ha hecho el juego a la derecha?