Jugando con la frase futbolera “que gane el más mejor” me las daré de oráculo en esta irónica reflexión para vaticinar el triunfo de Boric el próximo 19 de diciembre. Si numerosas encuestas de especialistas en la materia han asegurado resultados que no han tenido nada que ver con la realidad, siendo un ciudadano de a pie me siento con toda la propiedad para elucubrar el resultado anteriormente enunciado.
Efervescencia electoral para una campaña sin pueblo, como lo advirtió de forma brillante nuestro gobernador Rodrigo Mundaca. Una campaña dirigida por asesores que provienen de la Concertación, y que hacen ver ridículo al candidato imponiéndole, de la noche a la mañana, una narrativa mercurial.
Bajar del árbol, en efecto, significa «dejar de soñar». Pasar de la metáfora al pragmatismo que reproduce las gramáticas del orden. La mitología de la seguridad del pastor Carlos Peña. Entonces ¿qué fue octubre? ¿Una turba de saqueadores? ¿Un grupo de vándalos que dañaron la infraestructura crítica?
El resultado de las elecciones presidenciales y parlamentarias del domingo 21 de noviembre representan un rotundo desmentido y un tapabocas a las exageradas manifestaciones triunfalistas expresadas por los adherentes a la ex Nueva Mayoría, al Frente Amplio y a ese indeterminado número de integrantes de los sectores rebeldes que aceptaron participar el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución y en el itinerario electoral institucional respecto del triunfo del 80% obtenido en el Plebiscito del Acuerdo/Rechazo del 25 de octubre del 2020, donde dieron por “muerta” a la derecha tradicional chilena y acorralada en tres comunas ricas del país.
La revuelta del 2019 generó análisis afiebrados capitalizados por la «izquierda» convencional y la izquierda dura, nadie profundizó en dilucidar si las multitudes movilizadas realmente eran críticas al modelo neoliberal, si es que querían romper con los cerrojos de la dictadura, o bien si se trataba de un ramillete de demandas parciales, de anhelos particulares, frustraciones o aspiraciones personales que se encontraban en lo colectivo con tantas otras que desde lo sintomático tenían similitud, pero que no necesariamente lograban convocarse en un relato ideológico en común. En un país donde el ritmo del movimiento social no logró traducirse en un referente de representatividad política dentro de los plazos electorales, donde los niveles de abstención dan cuenta de la desvinculación con los bloques que han sido parte de las disputas de poder, donde los medios de comunicación instalan percepciones y opiniones, donde la derecha dura sigue estando al mando de los grandes conglomerados económicos, la aparición de un Kast era previsible. Lo evidente es que tendremos un país con una convención Constitucional protagonizada por actores de los movimientos sociales y representantes de la izquierda, un Parlamento vario pinto que por lo pronto no define un desbalance de fuerzas y una segunda vuelta que establece matices absolutamente polarizados, pero que logró dar rostro electoral a quienes adhieren al legado de la dictadura y el sectarismo social. Este país indefinido, lleno de ambigüedades, donde al parecer es más relevante quien ofrece garantías de satisfactores personales por sobre un proyecto país tendrá un desafío mayúsculo en la segunda vuelta. Si me lo permiten, KAST POR NINGÚN MOTIVO!!!
Por Guillermo Correa Camiroaga, Valparaíso 16 de noviembre 2021
El ritual de la “participación” democrática se expresará una vez más en las urnas este domingo 21 de noviembre, donde el protagonista principal será un lápiz que permitirá a las y los electores marcar sobre las papeletas sus preferencias.
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