por Joel González
La revuelta del 2019 generó análisis afiebrados capitalizados por la «izquierda» convencional y la izquierda dura, nadie profundizó en dilucidar si las multitudes movilizadas realmente eran críticas al modelo neoliberal, si es que querían romper con los cerrojos de la dictadura, o bien si se trataba de un ramillete de demandas parciales, de anhelos particulares, frustraciones o aspiraciones personales que se encontraban en lo colectivo con tantas otras que desde lo sintomático tenían similitud, pero que no necesariamente lograban convocarse en un relato ideológico en común. En un país donde el ritmo del movimiento social no logró traducirse en un referente de representatividad política dentro de los plazos electorales, donde los niveles de abstención dan cuenta de la desvinculación con los bloques que han sido parte de las disputas de poder, donde los medios de comunicación instalan percepciones y opiniones, donde la derecha dura sigue estando al mando de los grandes conglomerados económicos, la aparición de un Kast era previsible. Lo evidente es que tendremos un país con una convención Constitucional protagonizada por actores de los movimientos sociales y representantes de la izquierda, un Parlamento vario pinto que por lo pronto no define un desbalance de fuerzas y una segunda vuelta que establece matices absolutamente polarizados, pero que logró dar rostro electoral a quienes adhieren al legado de la dictadura y el sectarismo social. Este país indefinido, lleno de ambigüedades, donde al parecer es más relevante quien ofrece garantías de satisfactores personales por sobre un proyecto país tendrá un desafío mayúsculo en la segunda vuelta. Si me lo permiten, KAST POR NINGÚN MOTIVO!!!