La nueva Constitución de Chile debe garantizar los Derechos Fundamentales. La subsidiaridad debe desaparecer, abriendo paso a normas que garanticen el derecho al agua, educación, salud, medioambiente, género, plurinacionacionalidad, en definitiva: igualdad ante la ley.Pero Chile mantiene al menos 29 acuerdos comerciales y tratados de libre comercio con 65 países. Todos y cada uno de estos tratados comprometen diversos aspectos de la soberanía nacional que van desde las relaciones con los pueblos originarios, las políticas de protección medioambiental, las políticas de defensa de los recursos naturales y de la manufactura nacional hasta los derechos digitales, la autonomía cultural, la circulación libre del saber. Se trata de acuerdos que comprometen a los Estados a permitir y respaldar, e incluso a proteger y garantizar la propiedad y la operación de las grandes empresas trasnacionales, y a respaldar a los agentes financieros que operan en el mercado financiero internacional.¿Qué deberían desmantelar las y los constituyentes?1.-Las Garantías que otorga el Estado a compensar los vaivenes especulativos de la banca. 2.-Garantías estatales para que las trasnacionales puedan invertir en Recursos Naturales.3.-Garantías a los administradores de los fondos de pensiones que especulan con el dinero de las y los trabajadores.Este Conversatorio pretende avanzar en los temas en que deberíamos estar informados y ser representados por quienes realmente garanticen los derechos sociales de todas y todos.
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IGUALDAD EN LA NUEVA CONSTITUCIÓN
Soledad Fernández
No importa a qué pensamiento político adscribamos ni cuál sea nuestra opinión sobre el actual proceso constituyente: desde los últimos siglos, a todo Estado soberano lo rige una Constitución que sienta las bases políticas e institucionales de su población en un determinado territorio. Una carta fundamental para todo Estado de derecho que sustente una democracia participativa requiere que pensemos en un contenido mínimo que garantice derechos y organice una sociedad. El objetivo de la convención constitucional será fijar consensuadamente dicho contenido.
Más allá de las cientos de normas que puede tener una Constitución: todo su contenido puede ser reducido a un listado de principios que gobiernan toda democracia. No hay dudas sobre la incorporación de tales principios a la Constitución: a casi todes nos parece justa una sociedad que se base en los principios de igualdad, libertad, solidaridad o legalidad de los actos del Estado. No obstante, se avecinan serias discusiones sobre el contenido y jerarquía de dichos principios, conflictos que serán resueltos -probablemente- con diálogo, lobby, presiones mediáticas, marchas, redes sociales…
Así, la igualdad es un principio controvertido, cuya interpretación y aplicación puede justificar desde la gratuidad universitaria hasta la reducción de impuestos como el IVA en artículos de primera necesidad. Muchas disputas en torno al principio de igualdad son resueltas con respuestas tan disímiles que pareciera ser un principio versátil, manipulable, que se estira como un chicle dependiendo de su intérprete. Ante esto, hay una respuesta un poco más certera: depende de qué igualdad estamos hablando.
Primero, si tuviera que definir la igualdad ocuparía solo dos palabras: estándar normativo. Parece una mezcla muy compleja y abstracta pero es el punto de partida para conceptualizar cualquier principio: i) que sea un estándar significa que no es propiamente una norma que podamos escribir, sino que es un margen de significados distintos que guían nuestra conducta. Eso no nos dice nada por ahora, pero luego ii) que sea normativo se antepone a un criterio descriptivo o, mejor dicho, no es que todas las personas del mundo seamos iguales, sino que, por consideraciones valorativas, creemos que debemos ser tratadas como iguales. Entonces, ¿siempre deberíamos recibir el mismo trato todas las personas? ¿Debemos tratar igual a hombres y mujeres? ¿Niños, adultos y ancianos? ¿Enfermos y sanos? ¿Heterosexuales, homosexuales u otres? ¿Ricos y pobres? Todo depende.
El principio de igualdad tiene dos dimensiones. Solemos hablar solo de una arista: aquella que indica que debemos ser tratados como iguales porque, al parecer, siempre la discriminación nos resultará repudiable. Muchas demandas históricas se justifican en esta dimensión de la igualdad: la abolición de la esclavitud, el sufragio femenino, la igualdad de remuneraciones, el reconocimiento de los derechos indígenas, el matrimonio igualitario, la educación gratuita, el acceso universal a la salud, etcétera. Para todas las situaciones mencionadas no hay ningún criterio que avale diferenciar entre libres y esclavos, hombres y mujeres, nacionales dominantes y pueblos indígenas, heterosexuales y homosexuales, ricos y pobres. Cualquier distinción entre estos grupos para efectos de estas demandas, constituye una discriminación arbitraria. De esta manera, la igualdad por equiparación nos iguala en categorías que compartimos todas las personas: especialmente la dignidad, ese valor intrínseco que tenemos todas las personas por el solo hecho de serlo.
Pero, ¿siempre es justo que nos equiparemos? ¿Siempre debemos tener el mismo tratamiento? Pongámonos en situaciones distintas ahora, por ejemplo, ¿es justo que hombres y mujeres participen en “igualdad de condiciones” en una elección a puestos de representación popular? ¿es justo que ricos y pobres paguen el mismo 19% de IVA en su compra semanal de supermercado? ¿o que los pueblos indígenas deban ser considerados dentro de la nación dominante? ¿Qué estudiantes y trabajadores paguen lo mismo en el transporte público? ¿Qué adolescentes y adultos cumplan la misma pena de cárcel?
Ya podemos intuir que, para todos estos casos, la respuesta tajante es que debe haber algo, algún criterio, que distinga cómo debemos ser tratados dependiendo de qué tan relevante se hace ese criterio para establecer un tratamiento diferenciado. La segunda y poco conocida dimensión del principio de igualdad es la igualdad por diferenciación: solo reconociendo nuestras diferencias como criterios relevantes para tratarnos distintamente, estaremos siendo respetuosos del principio de igualdad en sus dos expresiones. Así, en ocasiones, el género, la orientación sexual, la pertenencia a un pueblo originario o minoría nacional, nuestra edad o patrimonio, serán condiciones muy relevantes para establecer tratamientos diferenciados.
Para ejemplificar, utilizaré el género como un criterio, a veces relevante, otras veces indiferente para distintas situaciones: cuando hablamos del sufragio femenino o la igualdad de remuneraciones, el género no es un criterio que justifique tal diferencia, por tanto, que las mujeres no pudieran votar hace 70 años o que hoy las mujeres ganen un 30% menos que los hombres, son dos casos claros de históricas discriminaciones arbitrarias. Pero si hablamos de participación electoral o de programas de terapia de agresiones sexuales, el género se torna un criterio crucial para definir políticas públicas: solo con cuotas de género o preferencias a mujeres víctimas de agresiones sexuales estamos cumpliendo el estándar normativo que nos exige diferenciar.
La consideración de género es importante cuando entendemos que las mujeres que participan en igualdad de condiciones con los hombres en votaciones, no son mayoritariamente electas porque el género condiciona el voto de los electores, -entre muchos motivos, se puede explicar porque históricamente el liderazgo, la fortaleza y seguridad son valores asociados a lo masculino-, por lo que las cuotas de género vienen a compensar una discriminación estructural del patriarcado que el mérito nunca ha podido subsanar. De la misma forma, la consideración de género es importante cuando nos damos cuenta de que el 82% de las víctimas de agresiones sexuales son mujeres, también fruto de una cultura patriarcal de la violación, por lo que programas de reparación y tratamiento de dichas agresiones deben estar dirigidas principalmente para y por mujeres.
La clave del actual proceso constituyente será preguntarnos: ¿Cuándo igualar significa equiparar y cuándo diferenciar? Dependerá del criterio y el contexto. Un mismo criterio puede resultar ser relevante para algunos casos, o indiferente para otros. Reconocernos como personas iguales con los mismos derechos también implica reconocer nuestras diferencias que nos permiten tener nuestros propios proyectos de vida: ser divergentes en nuestras visiones del mundo y formas de existencia. La igualdad solo se logra alcanzar si también somos diferentes.
La Revuelta de las Pueblas
Lilit Herrera Contreras
Kawinsadora
En los baños del colegio, solíamos escondernos muchxs que para un espacio de normales, no cumplíamos con ese guión… el de La Normalidad. Ésta, a mi entender, es un pilar fundamental del Sistema-Mundo Modernidad en el que vivimos, la cual comienza como un sistema-mundo a partir del 12 de octubre de 1492, dado que Europa se pone al centro, y todos los otros territorios se constituyen en periferias. Un Mundo que va emerger desde la Unicidad, desde la Única Posibilidad de existencia, es decir: El Mundo del Uno. Allí, en donde se construye «La Normalidad», la que a su vez erige un muro para contrarrestar a lxs anormales que nunca fueron un grupito aislado.
La primera división fue la raza, una que a diferencia de lo que muchxs puedan pensar, no tuvo el color como el elemento fundamental, esto fue posterior, con el brutal proceso de colonización de lo que en la actualidad se llama África. Esta división dijo: nosotros lOs Conquistadores somos los normales, somos los humanos, mientras que ustedes no. Con el tiempo, fue cambiando esta visión, pero los conquistadores impusieron la feminización e infantilización de los seres de estas tierras, a quienes se les llamó indios indistintamente de sus especificidades territoriales, ubicándoles en un No Hombre, en una mujer social, al decir de Francesca Gargallo. Se dijo que no se podían hacerse cargo de sus bienes, pues eran como niños y por tanto, necesitaban tutelaje. Se constituyeron así, esos otros. Otros que compartían con otrxs muy otrxs en sus territorios, muchxs de lxs cuales fueron perseguidxs por lxs propixs coterránexs. Pues la urgencia por La Normalidad caló profundo, vía Colonización, en cada ser, en cada lugar de estos territorios.
Con la construcción del estado-nación, esto se acentúa. Y es que a partir del siglo XIX, se generan lo que algunos caracterizan como una transición entre la colonia y la república, entre una educación dominada por la religión hacia una laica y también liberal. Sin embargo, lo que no considera esta caracterización, es que a mi parecer, la colonización no se ha detenido ni en nuestros territorios ni en nosotrxs que ansiamos ser normales y buscamos con desenfreno estar rodeadxs de normales..
El Proyecto Nacional de la República, que echa mano de lo que ellos entienden como la libertad, se construye fuertemente, con algunos de los siguientes elementos:
-Orden Social, Progreso: Hay que ordenar según el paradigma social hegemónico, para avanzar hacia la constante maravilla del futuro.
-Ordenadores o desordenadXs: Unos elegidos dedicados a decirles a lxs otrxs que deben comportarse de un modo adecuado a su visión.
-Elite o Bajo Pueblo/Cultura Popular: Una marcada división entre un selecto grupo dominante y una gran pluralidad de existencias con sus propios códigos.
-Dispositivos Médico-Judiciales para disciplinamiento y control de los cuerpos en pos del Proyecto Nacional: Todo el control/disciplinamiento y represión se realiza mediante una institucionalidad determinada.
Este Orden Social se entendía como ese cuerpo que necesitaba que todas sus partes fueran funcionales, de lo contrario, se enfermaba, como lo explicaba Orrego Luco. Entonces, nadie que no cumpliera con el contrato social, es decir, que no fuera persona ciudadana normal iba a colaborar con este cuerpo sano. Lo enfermaría, lo contaminaría con su propia enfermedad. Tal enfermedad se alojaba en cualquier existencia no ciudadanista: prostitutas, homosexuales (sodomitas), alcohólicxs, vagabundxs, etc.
El no ser capturadxs en ciudadanxs, mediante la firma del llamado contrato social, les volvía peligrosxs, y necesitaban ser degradadxs a nivel de discurso. Algo muy bien representado por los llamados vagabundos, como lo consigna Mario Góngora:
«Andan desamparados por aquel reino. dice de ellos González de Nájera a comienzos de siglo- e, hay muy pocos que puedan ya sustentar de vestido: que es lo más costoso en aquella tierra a sus pobres hijos«
Pero, no es que anduvieran desamparadxs, sino que fluían por fuera del Orden, pues no respetaban sus reglas de establecimiento rígido.
Creo que a partir de octubre del 2019, se hace evidente una grieta de todo este impuesto orden social, cuando estudiantes secundarixs, aquel 09 de octubre, saltan el torniquete por primera vez para evadir el pago del pasaje del metro, lo cual ya se había hecho antes, pero en esta ocasión era distinto. Principalmente, creo, dado que estamos viviendo lo que algunos han denominado un cambio de ciclo.
Un cambio suavizado por lo que era una fuerte institucionalidad, dique de contención que impedía llegar a impugnar realmente a la casta política, a los grandes empresarios. Pero se comenzó a agrietar el 2011 para terminar de romperse hace un año. Una grieta manifestada en una crisis política, sin poder ser salvada por la deslegitimación institucional, a causa de escándalos como la colusión de las farmacias, los casos de pedofilia al interior de la Iglesia Católica, el fraude de Carabineros, o el desfalco de personeros como Ponce Lerou, de más de 128 millones de dólares.
La élite y la casta política, casi en su totalidad, lo intentaron parchar con el espurio acuerdo para proteger al humano relativo que, según toda esa tracalá de iluminados dueños del país, unos pocos deben tutelar a muchxs. En circunstancias que amplios sectores decidieron que debía arder todo, que debían irse todos. En noviembre, sin embargo, hubo un intento de freno a este: la institucionalidad daba manotazos de ahogado. Pues el dique está roto, la corriente continuará arrasando con todo. Ya se llevó la Constitución de Pinochet, y me pregunto: ¿qué más se llevará? Creo que todo y más, a pesar de la trampa colonial del binarismo que nos atrapó en apruebo/rechazo.
Un binarismo que tuvo su capítulo célebre este 25 de octubre, en lo que la elite denominó como “fiesta democrática”. No resulta extraño entonces, que seres del talante de Andrónico Luksic haya escrito en su cuenta de twitter, el viernes 23, lo siguiente:
“Q tengan un fin de semana en paz, con tiempo para la reflexión libre e independiente. Que el domingo todos puedan manifestar lo que les dicta su propia conciencia, sin violencia y sin miedo, según lo que crean mejor para el futuro de Chile. Mis mejores deseos para uds y familia”
O que el mismo Paul Vásquez, integrante de lo que fue la dupla humorística Dinamita Show, llamara a no marcar con AC el voto, para evitar el peligro de ser anulado. Pues hay que seguir con El Orden.
Estamos asistiendo y construyendo un cambio de ciclo que, a mi entender, es más profundo que el fin del Neoliberalismo, enterrado simbólicamente el 11 de septiembre pasado. Es, como plantea la feminista decolonial Karina Ochoa, del develamiento del fracaso de la Modernidad, es decir, un fracaso civilizatorio. Es, incluso, una caída del Patriarcado, como lo plantearan ya las Mujeres de la Librería de Milán en los noventa, pues ha caído el Patriarcado de los patriarcas, quienes han recrudecido en sus métodos de violencia, ante la inminente derrota.
Se dijo que la Normalidad era el problema, es decir, 500 años son el problema, y como sin Patriarcado no hubiera sido posible la colonización, entonces, 10 mil años son el problema.
Ahora es claro que esta institucionalidad pretende llevar agua a su molino, con las trampas de la Convención Constitucional. Por ejemplo, mediante el quorum de los 2/3, a través del cual, la nefasta derecha ya se prepara en unidad, recordemos el llamado de Piñera al respecto; un escenario muy distinto del que enfrenta la llamada oposición.
Frente a esto, es fundamental seguir con los códigos de la Revuelta: la calle no se suelta, con un imaginario propio. Ser, una colectividad compuesta de múltiples colectividades, como la Revuelta que no tiene hasta hoy, un interlocutor. En tal sentido, la invitación es a constituirse Monstrux. Según la RAE, su escritura correcta es Monstruo y quiere decir lo siguiente:
“Producción contra el orden regular de la naturaleza, ser fantástico que causa espanto, cosa excesivamente grande o extraordinaria, persona o cosa muy fea, persona muy cruel y perversa y, persona de extraordinarias cualidades para desempeñar una actividad”.
Que la propia RAE esté dispuesta a reconocer que se puede existir contrario al orden regular, da cuenta de una posible destrucción de esa camisa de fuerza del Mundo Normal.
Una x que implique no saber qué es o cuántxs, considerando que solo puedan ser entendidxs como merxs individuxs. Ser una monstruosa incógnita, en desacato al binarismo. En tal sentido, lo no binarix, o existencias no binarixs se vuelven una posibilidad, pues implica incertidumbre como Monstrux. Porque fluyen, fluyen, y son en sí fluidos, más que el proyecto inacabado que busca tener una culminación. Es un desafío a esta Modernidad, que ya dijeron por ahí, su historia empieza y acaba con Europa.
En estas existencias No Binarixs, la colonización se desgrana, es arena que se pierde entre los dedos, en su propio descompuesto olvido. Los conquistadores/colonizadores se mueren, llevándose consigo, agonizantes, a los binarismos… rígidos y excluyentes binarismos que se parapetan tras sus propios muros del Mundo del Uno. Van brotando las existencias no binarixs, tensionando y poniendo contra las cuerdas al Pensamiento Binario, a la existencia que es una sola, porque es del Mundo del Uno. Es un binario que excluye lo que no sea y curiosamente, corta, con su cuchillo, su propio cuello.
Siendo, sin ser evidentes para ellos. La invitación es volver a ser La Revuelta Plural, La Revuelta… de las Pueblas. Es decir, romper el contrato social, romper la captura ciudadanO.
MUJERES GOLPEADAS, ¿SOLO POR EL COVID-19?
Viernes 16 de Octubre
El virus ha atacado al sistema y más aún a las mujeres trabajadoras, con sueldos bajos, con mayores horas de trabajo no remunerado, con la pérdida de las fuentes de ingresos al hogar, con el aumento de casos de violencia de género debido al confinamiento obligado, con el empobrecimiento de las condiciones de vida de nuestrxs niñxs con padres que no pagan pensión de alimentos y menos ahora debido al desempleo.
Sin embargo, el covid 19 no es lo único que afecta y persigue a las mujeres, también lo hace el patriarcado y el capitalismo mucho antes de esta pandemia. Recordar, además que entre el 1 de enero y el 9 de octubre de 2020 el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género ha registrado 29 femicidios en Chile, mientras que la Red Chilena contra la violencia hacia las Mujeres agrega 9 casos más.
Por último, como dato relevante, recordar el surgimiento en Chile del hashtag «#NoTenemosMinistra» en junio de este año, ante el nuevo nombramiento de Mónica Zalaquett, conocida por su postura contra el aborto terapéutico y el postnatal. Zalaquett sustituyó de forma exprés a Macarena Santalices, sobrina nieta de Pinochet, que renunció luego de 33 días en el cargo y varias decisiones controvertidas.
Con Emilia Cid, Activista. Pobladora Sab Felipe
Yani Araneda, Jta. Vecinos Sor Teresa. Cº Ramaditas
Evelyn Sáez, Cordón 7 cerros
Catherine Cáceres, Pobladora Cº Larraín
Dayana Olavarría, Investigadora. Movimiento Feminista.
Conduce el conversatorio: Ema Ugarte